RocaJunyent-Gaona

La realidad, la crisis y el diálogo

Desgraciadamente nos enfrentamos en estos momentos, en los meses y años venideros, a cuatro crisis simultáneas: una crisis sanitaria primigenia a la que siguen una crisis económica, la crisis de la política y una crisis social, cultural y de costumbres.

Todo ello se produce en el marco de una revolución tecnológica como nunca ha vivido la humanidad (inteligencia artificial, genética, mecánica cuántica, energías renovables, etc.), inmersos en un drama medioambiental y dentro de un fenómeno económico, social y cultural como es la globalización, a la vez en buena medida, causa o efecto de todo lo anterior.

De la crisis sanitaria poco debemos decir, todos la sufrimos y sabemos de su peligrosidad, recorre el mundo. En parte es fruto de la globalización y la presión sobre el medio ambiente y los ecosistemas; se está reduciendo con las medidas adoptadas, esperemos se desarrollen tratamientos efectivos y finalmente se controle con las vacunas.

La crisis económica proviene de la paralización de los medios de producción como consecuencia de las medidas de confinamiento adoptadas en todo el mundo, en China primero, Asia y Europa después, Estados Unidos e Iberoamérica. El daño es profundísimo, la empresas han dejado de generar ingresos que reducen su inversión, el gasto y el empleo, lo que reducirá a su vez el consumo e impedirá la inmediata recuperación de la facturación, se producirá el cierre de muchas de ellas (se pronostica que 500.000 empresas, esto es el 15% de las pequeñas y medianas empresas españolas sucumbirán).

Si la crisis sanitaria se reducirá y esperemos que desaparezca, la crisis económica se debe solucionar con una política fiscal muy agresiva que no podrá realizarse sin el decidido apoyo de la UE, aunque el período de convalecencia económico, el de curación de las heridas, no será inferior a dos años, en ningún caso y con toda probabilidad.

Junto a lo anterior debe preocuparnos y mucho la tremenda crisis de la política que padecemos en España, la ausencia de consensos y pactos, la incapacidad de nuestros dirigentes para ponerse de acuerdo, aun en momentos como estos.

No hablo de crisis política, sino crisis de la política. De momento hay un gobierno con apoyo parlamentario suficiente y no parecen cercanas elecciones; cuando hablo de crisis de la política me refiero, para huir de mayores complejidades, a la actividad en virtud de la cual una sociedad resuelve los problemas que le plantea su convivencia.

Ciertamente estamos ante una crisis de esa actividad, de cómo se desarrolla, de lo lejos que se ha colocado de resolver los problemas de convivencia.

La crisis de la política española se ha convertido en un riesgo país, nos perjudica a todos de manera inevitable. Hace visible ya uno de los peores efectos de su mala praxis, la crisis social, la división y radicalización de posiciones, el enfrentamiento incluso por encima de las razones, la ausencia de soluciones.

Ante la crisis de la política y los problemas de convivencia y sociales que genera, tenemos mucho que hacer y decir los ciudadanos, también las empresas y los sindicatos, los intelectuales, los profesionales, los medios de comunicación. Entre todos tenemos que clamar, exigir y premiar un clima de diálogo y pacto.

El protagonismo frente al Covid hasta ahora lo ha tenido, sin ningún género de dudas, la ciudadanía, su diciplina y sacrificio es el verdadero motor de la superación de la crisis sanitaria; será ahora el buen hacer de nuestras empresas, de nuestros empresarios y profesionales, de los trabajadores, de sus sindicatos, nuestra esperanza frente a la crisis en un país que no puede esperar de la crispación política actual el liderazgo necesario.

Tampoco desgraciadamente podremos esperar mucho de la Justicia, una situación como la que estamos pasando ha reventado sus viejas costuras, ha hecho evidente su tremenda obsolescencia, toca gestionarla como se pueda para intentar que su colapso no sea mayúsculo, e iniciar el trabajo de consensuar su modernización en un sentido prácticamente radical, pero de eso haremos un capítulo en otro momento.

A todo ello debemos añadir que la situación vivida, aunque dentro de unos meses pensemos que está casi olvidada, habrá provocado una aceleración de los cambios que la sociedad ya iba apuntando.

Cambios en las costumbres, en las formas de relacionarnos, en los viajes, en la manera de hacer negocios o trabajar, en el ocio, en la educación. Efectivamente el confinamiento es un inmenso catalizador del cambio e iremos observándolo incluso en lo personal.

Vuelvo al principio y al mensaje que pretende dejar estas líneas, cada uno, desde cualquier ideología o simpatía política, desde cualquier responsabilidad que se asuma en la sociedad, empresarios, profesionales, trabajadores, funcionarios, jubilados, todas, todos, colaboremos a generar un clima de diálogo, premiemos la capacidad de llegar a acuerdos, la tolerancia, la ausencia de radicalidad, verdaderamente esta vez nos va mucho en ello.

Elaborado por:

Manuel Camas Jimena, socio y abogado de Roca Junyent-Gaona y Rozados Abogados

 

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